miércoles, 24 de diciembre de 2008

El drogadicto de mi barrio

Suele pasar. Todos o casi todos, siempre o casi siempre, tenemos a un adicto cercano. En cada barrio, en cada edificio o condominio.
Ocurre que muchas veces los tenemos cerca y no nos enteramos hasta que pasa un escandalo o simplemente se empiezan a perder cosas.
En mi caso recuerdo a mi amigo Víctor. Cada vez que lo veo sobrio nos saludamos, y cuando no, él es quien lo hace primero.

Su caso como el de muchos drogadictos apena.

Nunca lo conocí a plenitud pero sabía que era una ladilla, con mirada y gestos de palomilla.

No sabía mucho de él hasta que un buen día lo ví con una adorable enamorada. Es pequeña a diferencia de él. No importaba, lo que era válido es que ella era una interesante estudiante de antropología aparte de guapa. Se había sacado la lotería él que apenas y pasó la secundaria.

De repente lo ví atrapado nuevamente bajo los efectos de la droga. Nunca me enteré que se metía, sólo sé que alguna vez la ví a ella tratando de ayudarlo, tratando de pedirle que se calmara. Según me contaron no fue la única vez.

Ella no soportó y lo dejó. No sé cómo pero después estuvo con otra chica y hasta descendencia tiene.

Él tiene otros cuatro hermanos, tres de ellos también recurrieron a la droga. En común todos empezaron en el cole. Cómo explicarlo, cómo saber cómo nació en ellos su adicción. Sucede que su padre era pescador y muy pocas veces lo veían. Cuando lo veían estaba borracho. Lo que ví es que algunas veces el hermano mayor peleaba con su padre.

Los problemas internos de la familia no tenía por qué saberlo, la cuestión es que los tenían.

La misma situación del hermano mayor se repitió en sus otros hermanos adictos, todos tuvieron hijos y todos siguen sus vidas dando tumbos.

Al drogadicto de mi barrio lo veo de vez en cuando, a veces restablecido vendiendo caramelos por las calles, y en otras tantas con ojos desorbitados. Eso sí, a pesar de todo siempre me saluda primero.

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